martes, 28 de diciembre de 2021

[1] Morituri Te Salutant

 

¡Espera! No lo cojas todavía.

 

 

Sobran las palabras.

Sobra el ruido y sobra la furia. Sobra el tiempo perdido… aunque no sobra el tiempo por perder.

Sobran las palabras vacías que este escribe ahora. No cuesta trabajo verlas aparecer una tras otra, una tras otra. Palabras encadenadas que acariciar con la vista y dejar atrás. Inocentes en soledad, pero capaces de crear, destruir o sencillamente… dibujar filosofía barata. Ahí están todas, disponibles, dispuestas: como si esperasen su turno al otro lado de un lugar sin nombre. Listas para saltar a esta realidad que ahora lees.

Hubo un tiempo en el que parecía que sobraban las ideas en esta cabeza. Ahora sobra el vacío. Pero aquí estamos. Una vez más.

Siempre fuimos tres. Nunca por elección, ni siquiera por auto convicción. Sencillamente es difícil saber cuál de nosotros fue el primero y cuál no el último. Justo ahora recuerdo las palabras “triple trastorno de identidad disociativo”. De pequeño me divertía canturrearlas. A los doctores no parecía hacerles gracia. Pero qué más da. Sin las otras dos partes yo no sería quien soy. Y sin estas palabras, vosotros nunca seríais lo que seréis o dejaréis de ser en algún momento. Se solapan realidades sobre realidades cada vez que tuerzo un renglón sintáctico o sináptico. De la nada, el algo. Dividido en tres partes ordenadas. Tal y como siempre ha sido.

Tal y como debe ser.

Pero todo esto ya se ha contado antes. Es por eso por lo que digo que sobran las palabras.

Un hecho trivial: Hoy soy yo el que oye resonar las teclas en las paredes blancas de esta habitación y dejaré de serlo en el momento en el que pulse la última tecla. Es lo único de lo que puedo estar absolutamente seguro ahora mismo. Pero no hay vértigo. No hay caída al vacío. Y es que, entre estas líneas, no existe el vacío existencial que provoca la palabra muerte en cada mortal. Sí; yo también pienso en la muerte de vez en cuando. Pero al igual que tantas otras veces, volveré. Y me gustará saber qué ha pasado mientras no estaba. Mientras uno de los otros dos haga lo que considere necesario para que esta historia siga adelante.

Yo, de momento, distraigo mis oídos con el débil gorgoteo de la sangre de ese hombre que se aferra al último hilo de vida que le queda. Justo detrás de mí. El charco caliente acaba de tocar mi talón derecho mientras su agonía termina. ¿Quién era? Os preguntaréis cualquiera de los dos cuando escriba la última palaba y -en lo que dura un parpadeo -ya no esté aquí y ocupéis este lugar. Me da igual quién de los dos sea el que siga aquí… Después de mí.

Solo tiemblo de emoción al pensar en ese momento en el que leas estas palabras y mires a tu espalda, en el suelo. 

Y veas mi… regalo.

Un cadáver, una habitación vacía con un viejo ordenador. Tú. Y poco más.

¿Demasiado cruel?

Ah, espera. Un teléfono acaba de empezar a sonar. Se suma un elemento. El juego se complica. Tengo que avisarte de alguna manera de que no lo cojas todavía. Antes de leer mis palabras.

Ahora sí. Deja que te diga que estoy muy contento de volver a tenerte de vuelta. Seas quien seas. No nos hemos visto nunca y, sin embargo, no puedo ser más sincero al desearte…

Buena suerte, amigo mío.

Ah, y déjame que la escriba una vez más. Porque no hay dos sin tres. ¿Verdad?

Muerte.

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