sábado, 29 de enero de 2022

[2] El Teléfono



¿Cuánto tiempo llevará vibrando sobre la mesa? Se retuerce al ritmo de un tono neutro, seguramente el que venía por defecto cuando lo compré. Me imagino al equipo de desarrollo tecnológico afirmando con la cabeza al escuchar ese tono entre una batería de posibles candidatos a ser el sonido bandera del smartphone. Parece claro que estaban muertos por dentro.


Pienso que se pueden morir muchas cosas. Otras hay que matarlas. Hago una lista mental:

-La dignidad de una manzana, a la que han puesto dos pegatinas, como para reafirmar su condición, su marca. Cómo es posible que se le pueda tratar de poner etiquetas al pecado original.

-La gris piel del asfalto, cuando una niña abandona su lazo rojo sobre él al volver del colegio. Demasiada poesía para un lienzo tan pobre.

-Tu sonrisa, ahora seguro que tapada por una mascarilla, azul, negra o blanca, qué más da si ningún color podría ser telón para semejante espectáculo. Pero ya basta. He prometido que no volvería a mencionarte, o no, puede que hayan sido ellos, que también soy yo. No es fácil vivir tres vidas simultáneamente, a veces me duelen los huesos por dentro.


Leo la palabra muerte, tremenda, sus seis letras unidas, vistiendo de significado la única certeza de la vida, y sin embargo, tan inofensiva como palabra…¿por qué la habré escrito? 


Pueden morir tantas cosas, como el tono del teléfono, pues perdido en mis pensamientos, como de costumbre, se ha ahogado, se desvaneció sin dejar rastro. No ocurre lo mismo con la sangre que rodea mis pies. Mantiene el calor de la vida, me giro buscándola en su mirada, pero no, ya nada. Se habrá ido al mismo sitio que el tono del móvil, con tu sonrisa. Igual están bailando juntas.


El caso es que no siento nada, me conozco, lo he matado para observar mi otra reacción, pero yo sé más sobre mí, de lo que saben ellos, todo este numerito para que yo ahora no sienta absolutamente nada, ni siquiera asco de tener los pies en un charco de sangre en expansión, ni siquiera la pereza al pensar que tendré que limpiar el cuarto a conciencia y deshacerme del cuerpo. Lo haré y punto. 


Se ha muerto y punto. Bueno no, lo he matado yo. 


Lo he matado y punto. 


Y ahora mientras descuartizo el cadáver, lo meto en bolsas negras, seis bolsas negras, una por cada letra. Seis letras unidas, vistiendo de significado la única certeza en mi vida.


H

E

L

E

N

A


Tengo que volver a verte, y explicarte lo que pasó. Y así es como me encuentro al volante, camino de tu casa, y con seis bolsas de basura que contienen lo que antes fue vida, fragmentada, sin significado ya, como un puzzle macabro para frikis de la anatomía, en el maletero de mi coche. No siento lástima, no siento nostalgia, no siento nada, hay muchas cosas que se pueden morir, hay muchas cosas que puedo matar.


Pero tu sonrisa...eso no.


El teléfono seguía sonando cuando abandonó la habitación, limpia ya, vibrando, iluminando el techo con una luz azul. En la pantalla, dos iconos, rojo y verde, entre ellos, una palabra de seis letras.