Por
supuesto, existía una conexión clara.
O
no; sacar conclusiones de manera precipitada, por muy evidentes y excluyentes
que parecieran ser, era uno de los primeros errores que les enseñaron a
erradicar en sus años de academia.
Recordaba
perfectamente aquellos dos círculos de tiza sobre el profundo verde de la
pizarra. El profesor unió con una flecha el suceso A con el suceso B. Existía
una relación de causalidad entre ambos, que él mismo se había encargado de
demostrar. No bien hubo terminado de unir ambos elementos, el profesor preguntó
si sabían lo que era una red. Los alumnos rieron, borrachos de autoconfianza y
sabedores de su elevada inteligencia. Cómo no iban a saber lo que era una red.
Esa pregunta era insultante.
-Sabrán
pues, que la causalidad lineal es un evento poco explicativo para entender el
universo.
Con
su parsimonia habitual, el profesor pintó con la fina barrita de yeso un nuevo
círculo con una visible X en su interior. Posteriormente, unió con dos flechas
el nuevo elemento a los dos anteriores formando un curioso triángulo que
parecía recordar un sencillo mapa planetario.
-Podrán
observar, que lo difícil no es hallar la relación entre varios sucesos
visibles, y que en un principio parecían YA relacionados. Lo complejo es, sin
lugar a dudas, descubrir el suceso o elemento oculto que otorga una coherencia
multidimensional a la investigación. A ese elemento o suceso, lo llamamos el
elemento X. En ocasiones se pescan
muchos más peces gordos con una red que con una simple caña de pescar. Ustedes
son los que deben saber cuándo es el momento de usar cada una de las
herramientas que aquí se les presentan.
Sin
duda su profesor causaba todo tipo de opiniones en la academia, muchos adoraban
su sencillez, otros detestaban sus estúpidas clases, repletas de teorías de
dudosa fiabilidad.
Al
Inspector Suárez no le había ido nada mal siguiendo las enseñanzas y consejos
del viejo profesor. A pesar de su corta edad, su perspicacia y habilidad para
desentrañar las más barrocas tramas habían catapultado su carrera en el
departamento de homicidios. Se trataba de un hombre sencillo, no era para nada
ambicioso pese a lo que su trayectoria profesional pudiera dar a entender. El
puesto de Inspector estaba bastante mal remunerado para la cantidad de horas de
trabajo que había que dedicar a los casos, por no hablar del apartado
burocrático, aburrido y tedioso, el cual Suárez odiaba profundamente. Es por
ello que accedió al puesto a cambio de poder seguir haciendo el trabajo de
campo, la parte del curro que le apasionaba en realidad. Para ser un buen
profesional, pensaba Suárez, su trabajo requería mancharse las manos y meterse
lo suficiente de lleno en los casos, tratando siempre de mantener una distancia
prudencial que le permitiera analizar los hechos con perspectiva.
Ahora
se encontraba ante un nuevo caso, y el gran número de pistas y hechos que
parecían conformarlo, más allá de generar en él un efecto de optimismo, le
causaban cierta intranquilidad. No podía ser tan fácil. Pocas veces lo era, y
cuando se trataba de casos tan sencillos, no se los encargaban a él.
Durante
las últimas dos semanas habían aparecido 6 cadáveres de ungulados
descuartizados en varios puntos que no parecían tener ninguna relación entre
sí. Era cierto que había un denominador común en todas aquellas carnicerías,
pero por desgracia para los pobres animales, nadie hubiera investigado
oficialmente todo aquello (podría ser tan sólo una broma macabra de algún
cazador) si no fuera porque esa misma noche habían encontrado un séptimo
cadáver a las afueras de Fuenteclara.
Y
en este caso no se trataba ni de un ciervo ni de un corzo, sino de una mujer.
-Se
llamaba Linda Catalina Morato, Señor. Tenía 41 años y aunque nació en el
pueblo, vivía y trabajaba en la capital. Aquí tiene su cartera; está todo, DNI,
tarjetas de crédito, algo de dinero en efectivo y una foto de la Virgen de las
Nieves. Está casada con un tal Gregorio Oza, pero no hemos logrado localizarle.
Pobre señora, menudo estropicio…¿Había visto alguna vez algo así?
La
verdad que había visto muchas cosas peores, y odiaba comenzar a acostumbrarse a
ver materializado los más oscuros impulsos del ser humano. Auténticas obras de
arte grotescas, todas ellas preparadas meticulosamente, todas ellas planeadas
con frialdad y con algún sentido. Sentido que él tenía que buscar para poder
entender mejor al asesino y poder así darle caza. En cualquier caso, no se
trataba de un homicidio sin precedentes, éste, como tantos otros, buscaba dejar
un mensaje alto y claro a todo el que tuviese la desgracia de contemplarlo.
-¿A
qué hora encontraron el cadáver, y quién lo encontró?-Pregunto escueto el
Inspector Suárez.
-Sobre
las 22:13, Señor. El alguacil había salido a poner unos carteles sobre las
fiestas de este año y se la encontró tal cual está, Señor. Está bastante
tocado, Señor. Menudo susto se llevó, imagínese Señor.
-Gracias
agente, puedo imaginármelo. ¿Algún testigo?¿Nadie vio ni oyó nada?
-No
Señor.
-Encuentren
a su marido. Esto es todo, ahora déjeme a solas.
A
primera vista parecía existir una gran similitud entre los restos
descuartizados de los animales y el de la señora Morato. Todo ello unido a que
los lugares donde se encontraron los ungulados estaban muy próximos al pueblo,
hacía pensar que existía una conexión clara.
Era
bastante plausible que así fuera, era posible que hubiera un patrón común entre
todos aquellos sucesos, y que el elemento de unión fuera nada más y nada menos
que el presunto homicida. No obstante, Suárez desconfiaba mientras seguía
cavilando y apuntando sus pesquisas en su libreta de bolsillo. De momento los
principales sospechosos eran el alguacil y su marido; Gregorio.
Mientras
continuaba concentrado buscando pistas en la zona del crimen, llamaron de la
Central. Habían interrogado al alguacil. Parecía inocente, pero pasaría la
noche allí por si el Inspector Suárez quería hacerle alguna pregunta más, el
marido de la víctima seguía desaparecido, aha, todo apuntaba a un acto más de
violencia de género, sí sí, con ciertos matices sádicos, pero el caso estaba casi
resuelto, gracias Central, ¿algo más?, seguid buscándole. Adiós, adiós.
…
El
cielo oscuro amenazaba tormenta una vez más, había estado lloviendo toda la
semana y por suerte la policía científica ya le había ayudado a recoger todas
las posibles pruebas. Podía llover todo lo que fuera necesario. Había que
agradecer al cielo que no se hubiera descompuesto hasta que la zona había
quedado milimétricamente analizada y limpia. Había que agradecerle también que
dejara la tierra húmeda, pues el asesino había cometido el error fatal de dejar
impresas las huellas de sus botas…
El
Inspector Suárez se preguntaba cómo podría haber cometido semejante fallo. De
ser el alguacil o el marido, sólo tendrían que buscar entre su calzado buscando
la identidad de dichas marcas. Llamó a la central para que tomaran medidas del
calzado del alguacil, y ordenó que buscaran en los alrededores del pueblo cualquier
calzado abandonado.
De
momento todo iba sobre ruedas, sólo tenía que esperar a que alguna de las
suelas de las botas de los dos sospechosos coincidieran con las marcas impresas
en el lugar del crimen y caso resuelto.
…
Llamada
de la central: Hemos analizado el calzado del señor alguacil. Está limpio.
…
El
tiempo pasaba, y la noche se colaba por el horizonte despacio, deshaciéndose
gota a gota en una lluvia lenta pero que comenzaba a encharcar las callejas no
asfaltadas de Fuenteclara. El Inspector Suárez, esperaba en el asiento del
conductor de su coche patrulla mientras los dos agentes de la policía local
roncaban dentro de su vehículo 4x4. Estaban esperando noticias de las patrullas
que habían salido hacía más de 5 horas en busca y captura del marido de la
señora Morato.
…
Llamada
de la central: Lo tenemos. El sospechoso está detenido y se dirige hacia usted,
llegará en 30 minutos.
…
Greg
descansaba tumbado bocarriba, dejando que las gotas disfrutaran deslizándose por la topografía de su cuerpo
como adolescentes en un parque acuático. Esta semana su alma había encontrado
la paz que buscaba, y esto no era más que el principio de una nueva vida. Sus
deseos comenzaban a lijar los barrotes de su conciencia y parecía que iban a
llevar el sabotaje de su alma a buen puerto. Al fin.
Pero
la magia quedó hecha añicos por un potente frontal que le alumbró directamente
a los ojos, cegándolo. De entre los arbustos aparecieron dos forestales y otro
par de policías, que sin preguntar se limitaron a esposarlo y acusarle del
asesinato de su mujer. Otra vez la ironía llamaba a la puerta de su vida, pues
cuando había liberado parte del alma, resultaba que su cuerpo quedaba
encadenado.
…
Por
algún motivo desconocido, muchas veces los captores de delincuentes ponen en
entredicho su ética, sometiendo a éstos a crueles actividades y diversas torturas.
No fue una excepción el caso de Greg. Antes de llevarle ante el Inspector,
decidieron que contemplara de nuevo su macabra obra de arte...